Me gustan los paseos largos de una tarde de sábado. No sé en realidad qué es lo que tendrán, que diferentes pueden ser de otra tarde cualquiera. De alguna forma, me hacen sentir viva.
Es algo realmente renovante que el fresco viento aclare la mente después de una semana de exámenes, y lo repare para continuar con los últimos días de pruebas. Es reconfortante el tener una conversación con una amiga, agarrada a tu brazo, con la que comentas tanto cosas banales, como las importantes para el futuro, próximo o lejano. Con la que además ríes y te sorprendes, criticas o te enfadas. A la que quieres por estar ahí, a tu lado. Además de cumplir el propósito de mirar tiendas con ella. Me gusta el hecho de olvidar que puedo engordar si me como un gofre de chocolate. Me gusta mirar hacia otro lado cuando la camarera prepara lo que le he pedido. Me gusta gritar blasfemias a la gente que me molesta soberanamente por la calle, mostrando mi disconformidad. Me gusta olvidarme de que el domingo es el único día que tendré para estudiar cuatro temas de literatura, gramática y ortografía. Me gusta ignorar, ignorar lo que ocurre, sólo un día en la semana. Sólo el sábado.
Me gustan los paseos largos de una tarde de sábado. No sé en realidad qué es lo que tendrán, que diferentes pueden ser de otra tarde cualquiera. Bueno, después de esto, en realidad sí lo sé.