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 Las piedras que sangran

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Elliot Thomas

Elliot Thomas


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Localización : Viajando~
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MensajeTema: Las piedras que sangran   Las piedras que sangran EmptyMiér Jul 21, 2010 4:11 am

Bueno, al ser un rol sobre vampiros que más que poner una historia corta sobre vampiros (y licántropos) xD Debo de decir que yo dedico la mayoría de mi tiempo libre a escribir historias y ésta es una de las que acabo de terminar. Espero que disfrutéis, ya que tendrá segunda parte ^^
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El agua fría hizo que terminase mis dos minutos de descanso. Mis párpados se levantaron con esfuerzo, quería volver a cerrarlos para así dormir finalmente, pero había una persona que me lo impedía. Los brazos los notaba cansados, al igual que el resto del cuerpo. Miré de nuevo el lugar en el cual me encontraba.
Era un sitio lúgubre, oscuro y bastante maloliente. Además de estar en aquel horrible lugar, estaba atado de los brazos a la pared con unas cadenas de hierro oxidado, probablemente utilizados para torturas en la Edad Media. Llevaba ya tres días enteros sin dormir, por lo que me habían estado informando mis captores, y mis piernas comenzaban a flaquear debido a la gran pérdida de fuerzas. Sentía deseos de que me liberaran, de que me dejaran en paz, de que al fin pudiera sentir la luz de la luna bajo mi piel.
Entonces recordé el motivo por el cual estaba preso en aquel sitio. Debía aguantar, por ella y por toda su tribu. Mi mirada de amenaza fue directa a una vampiresa de cabellos rojizos y de ojos azul claro. Vestía un traje negro bastante apretado que le dibujaba todas las curvas, además sus botas altas hacían de sus piernas fuertes y hermosas a la vez. Mis ojos fueron directos enseguida hacia el cubo vacío que portaba en su mano izquierda. Ella sonrió al darse cuenta, dio dos pasos para acercarse un poco más a mí y me dijo:
-Te fijas mucho en este cubo tan enrrobinado… ¿Acaso quieres otra ducha rápida para calmar tus pensamientos? Sabes que todo te va a ir mejor si nos dices lo que queremos escuchar.
Desafiante, aparté de mi vista aquellos ojos tan azules que me recordaban al cielo de las mañanas. ¿Cómo una vampiresa podía ser tan bella? Como siempre, recordé que aquello era una simple ilusión para los humanos como yo. Lo único que querían conseguir los vampiros era parecer irresistibles ante nuestra raza.
Decidió dejar ir mi mirada, ya que en otras ocasiones me había agarrado con aquellas manos suyas el rostro, obligándome a mirarla a los ojos, perdiéndome de nuevo en ellos. Me dije idiota por ser tan débil ante el poder de un vampiro.
Parpadeé por unos instantes y los ojos comenzaron a cerrarse lentamente a causa del cansancio. Instantes después, otro chorro de agua fría me llegó al cuerpo despertándome. De nuevo la imagen de la vampiresa llegó a mi cabeza, no iba a dejar que me durmiera… Todo aquello era una tortura, querían que les dijera el paradero de mi madre junto con el de sus compañeros, algo a lo que yo me había negado desde el primer día de mi secuestro. Pretendían que me volviese loco, pretendían que al no dormir durante varios días mi mente dejara de separar a enemigos de amigos y les contara todo lo que querían saber. Pero aquello no iba a ocurrir, aunque yo fuera un débil humano y ellos unos crueles vampiros.
La vampiresa me tocó la camisa blanca sudada y con dos dedos hizo como que andaba sobre mi pecho, llegó hasta mi barbilla y me pegó una mini patada con su dedo.
-Sabes… Ya llevo tres turnos contigo y me gustaría conocer un poco mejor a mi presa y que ella me conociera a mí. Mi nombre es Margaret, ¿y el tuyo?
-Cosimo -respondí con voz débil.
-Oh, precioso nombre, Co-si-mo. Háblame de tu pueblo natal -la miré de nuevo desafiante, no iba a soltar prenda ni iba a caer ante su amabilidad-. Tranquilo, no debes contarme la localización, simplemente recuerdos que te vengan sueltos, ¿acaso es mucho pedir?
Nunca podré explicar como llegué a aquello, pero simplemente, abrí la boca por voluntad propia y comencé a relatar recuerdos anteriores, cosas que me habían pasado.
-Cuando era pequeño, mi madre nunca me dejaba salir a la calle cuando salía la luna. No tenía una estrecha relación con los pueblerinos, es más, les tenía miedo, miedo a como me miraban, como si fuera un intruso en sus tierras. Por eso confiaba en mi madre, porque era la única que sabía mirarme con dulzura y la única que me protegía.
“Con el paso del tiempo comencé a sospechar de cosas. Siempre veía a mi madre saliendo de casa en las noches de luna llena. Un día sentí la necesidad de saber por qué y decidí escabullirme de la cama para salir al pueblo de noche.”
-Ajá, ¿qué ocurrió cuando saliste fuera de tu hogar? -para mi sorpresa, Margaret estaba realmente interesada en saber el final de mi descubrimiento, el final del secreto de mi madre.
-Me encontré con decenas de lobos, de distintas tonalidades y de miradas distintas. Me rodearon y comenzaron a aullar. De entre el grupo salió una loba completamente blanca y sorprendentemente tomó la forma de mi madre. Me miró con cara seria, pensaba que me iba a castigar o que me iba a abandonar en mitad del bosque. Quise correr, quise huir, pero no pude porque tenía las piernas paralizadas a causa del miedo. En cambio, mi madre me abrazó y me explicó que todos los habitantes de la ciudad eran licántropos menos yo.
“Yo había sido abandonado nada más nacer en mitad del bosque y allí me encontró mi madre. Sintió una conexión conmigo, decidió que cuidaría de mí como si fuera un hijo suyo pero temía que los pueblerinos perdieran el control por la noche y que me atacasen, por eso me mantenía dentro de la casa cuando oscurecía, porque era cuando aparecían sus verdaderas formas.”
-Enternecedor… Por supuesto… Margaret, me toca -un vampiro apareció en mitad de las sombras, había escuchado toda mi historia y aquello hizo que me enfureciera conmigo mismo a causa de mi debilidad.
Sonrió de maldad al ver mi indignación, al ver el temor en mis ojos ya que aunque llevara varios días sin dormir, no podría olvidar jamás su rostro. Tenía el cabello tan largo como el de una mujer, tan negro que llegaba a confundirse con la oscuridad y unos color color miel que con cualquier toque de luz parecían ser amarillos. Si no fuera por su nariz ganchuda, habría supuesto que en el pasado habría congeniado bastante bien con muchas mujeres.
Comencé a respirar entrecortadamente cuando me fijé en su nueva arma para torturarme, no quería que acercase aquella cosa a mí, no quería.
-¿Por qué nos llevamos tan mal, eh chico? -en un parpadeo estaba a un centímetro de mí-. Si quieres, puedo ser igual de simpático que Margaret o de complaciente como Neus… Quiero decir, a mí no me importa si mi presa es hombre o mujer, siempre disfrutaré -unas dulces arrugas rodearon su sonrisa.
-L-Lo siento, no eres mi estilo.
-Que lástima, de verdad -y posó su frente contra la mía, apretando el arma que portaba como diadema en mis carnes.
Intentaba no gritar, pero se me escapaban gritos agudos de dolor, del dolor que me provocaba en la cabeza. Todo se volvía cada ves más confuso, quería cerrar los ojos, quería no despertarme nunca, quería que el dolor se fuera de mi cuerpo. Notaba como mi cabeza se quemaba por dentro, como aquel vampiro me transmitía todo su odio. Todo se paró cuando él lo decidió.
Cerré por unos instantes los ojos para poder descansar y un sonido estridente me despertó. El vampiro sonrió satisfecho.
-Te lo llevamos diciendo mucho tiempo… Todo esto terminará si nos dices la localización exacta de ese pueblo de licántropos o si lo prefieres, de su guarida de emergencia. Eres sólo un crío y si mueres dentro de una semana… Sería una gran desgracia para ti, nunca llegarías a probar ni un tercio de lo que yo he probado.
-Al menos mi madre… -y mis ojos verdes se llenaron de lágrimas por todo lo que estaba pasando.
Llevaba demasiado tiempo temiendo por mi vida.
-Ojalá existieran más aparatos mágicos para poder sonsacar la información que queremos de la cabeza, que desgracia, esto en mis tiempos no habría ocurrido. Y por tortura física no podemos, Neus te quiere intacto, tal vez después de este “interrogatorio” quiere convertirte en su nuevo juguete.
Desesperado, lloré como jamás había llorado.
Mis ojos seguían llorando, quería dormir, quería acabar con todo aquello. Y entonces, como si cayera un rayo de luz en aquel maloliente lugar, apareció mi madre. Caminaba y parecía no ser visible por los demás vampiros, sólo por mí.
Tenía el cabello negro recogido en una coleta corta, sus ojos azules eran perceptibles por mí desde la lejanía. Vestía la ropa que llevaba la última vez que la había visto. Caminaba tranquila, como si no le molestase la presencia de los vampiros. Mis ojos lloraron aún más al ver que seguía preocupándose por mí. Mis labios temblaban ante la emoción. Deseé tener la fuerza necesaria como para librarme de mi encadenamiento y abrazarla.
-Cosimo, Cosimo… -su voz parecía muy lejana, pero era tan suave y tan amable como la que recordaba.
Quise decir su nombre, quise llamarla, pero ante la mirada de aquel vampiro no me atrevía. Y parecía que al haber pensado eso, el vampiro me agarró del rostro y me obligó a que le mirase. Su cara era la maldad pura y hacía que temblase ante su poder.
-¿Qué es lo que ocurre chico? -aparté mi mirada y él lo comprendió perfectamente-. Así que ya han comenzado las alucinaciones… Te doy tres días más como mucho. Al final no sabrás ni quién es tu madre ni quién soy yo, al final nos contarás su paradero.
Noté entonces el dulce abrazo de mi madre. Su tacto también parecía lejano y comprendí que todo era producto de mi imaginación. Quería seguir estando abrazado a ella a pesar de que en realidad no estuviera allí. No queria alejarme de nuevo de ella.
El vampiro sonreía, sonreía porque sabía que me quedaba poco tiempo y decidí disfrutar de aquellos pocos momentos de felicidad.
El agua fría cayó de nuevo, haciendo que mi madre desapareciera. Extendió sus brazos para que la abrazase de nuevo, por última vez. Mis brazos seguían estando atados a esas cadenas, por lo que me avalancé hacia delante con furia, gritando:
-¡Mamá no te vayas! ¡Mamá! ¡No! ¡Mamá!
Finalmente desapareció y me dejé caer con fuerza. Odiaba todo aquello, todo lo que me estaban haciendo. Entonces una bofetada llegó a mi mejilla derecha, haciendo que mirase al lado contrario. Varias gotas de sangre cayeron al suelo. Parecía que las piedras estuviesen sangrando en aquellos momentos, al igual que yo. Al pestañear me di cuenta que ya no estaba aquel vampiro, sino la que parecía estar al mando, la famosa Neus.
Su cabello rubio platino parecía no perder la belleza en aquel lugar. Su piel también parecía brillar al ser tan blanca. Sonrió con entusiasmo y olió la sangre que caía de mi nariz. Me sentía como un plato suculento que no se atrevía a probar por temor a engordar.
-Ya han pasado cinco días Cosimo. Dime dónde están tu madre y sus compañeros licántropos.
Por un instante me pareció que su voz era hermosa, que en verdad era una buena persona pero al fijarme en sus largos colmillos, aparté mi rostro del suyo. Era mala, era mala, era mala…
Sonreí amargdamente y solté:
-Después de todo, nunca iba a formar parte de la manada.
De nuevo, una imagen del pasado apareció delante mía, justo al lado de la vampiresa. Estaba en su forma de niño, con su cuerpo delgaducho y a la vez salvaje y con aquellos ojos que a veces me habían asustado tanto. Iba vestido con una camiseta blanca desgarrada y unos vaqueros pirata. Me miraba de arriba a abajo, como siempre había hecho y me enseñó con orgullo sus dientes blancos y perfectos. Demostraba algo que yo nunca podría ser.
-Aunque Caitlin te lo haya estado ocultando todo este tiempo y ahora quieras integrarte, nunca podrás. Eres un debilucho humano que debería haber muerto aquella noche en la que Caitlin te encontró -escupió al suelo, pero nada cayó a las gotas de sangre-. Maldita piedad… Ojalá pudiera desgarrarte con estos colmillos…
No aparté la mirada de mi alucinación. Ya no le tenía miedo, dejé de tenerle cuando desmotré por mis propios medios que podía serles útil. Aún así, mi madre era la única que confiaba en mí.
Nada era real para mí. Sentía cada molécula de polvo en mi piel, me hacía daño y el fuego que iluminaba la sala lo único que hacía era agrandar mi dolor.
-¿Dónde están? -preguntó Neus harta de mi silencio.
Y sin tener noción de mis pensamientos ni de mis acciones, susurré cosas en una lengua conocida que me enseñó mi madre hace mucho tiempo. Por extraño que pareciese, la vampiresa entendió todo lo que le dije y me besó en la mejilla satisfecha de si misma.
-Buen nene Cosimo.
Cerré los ojos, deseoso de soñar y de poder descansar al fin, pero en el fondo de mi corazón sabía, que las cosas acababan de comenzar.
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See ya~~
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Logan Knight

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MensajeTema: Re: Las piedras que sangran   Las piedras que sangran EmptyMiér Jul 21, 2010 9:12 am

es un relato bastante largo xD esta guapo, me gusta
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Isabella Voltare

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MensajeTema: Re: Las piedras que sangran   Las piedras que sangran EmptyLun Ago 22, 2011 12:02 pm

Pense que era un relato corto,
ja, pero esta genial!!!!!!!!!
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Elliot Thomas

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MensajeTema: Re: Las piedras que sangran   Las piedras que sangran EmptyDom Ago 28, 2011 2:03 am

¡Muchas gracias! Me emociona muchísimo que alguien se haya acordado de este pobre relato mío sobre vampiros TOOT Escribí la segunda parte (Las flores que cantan) hace muchísimo tiempo, quizá llegue a colgarlo aquí :D
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Elliot Thomas

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MensajeTema: Re: Las piedras que sangran   Las piedras que sangran EmptyMiér Sep 07, 2011 8:24 am

Siento el doble post, pero no he podido resistir la tentación. Las cosas que se empiezan siempre hay que acabarlas, ¿no? Bueno, pues aquí la segunda y última parte (creo) de esta extraña (?) historia.

Las flores que cantan

Nunca en mi vida había deseado el descanso eterno, pero en aquellos momentos lo deseaba, lo deseaba con toda mi alma. Me avergonzaba por no haber aguantado más ante aquella tortura, aún así era un simple humano metido en un mundo de vampiros y licántropos.
Con cada minuto que pasaba, mejor podía pensar, mayor claridad había en mi cabeza. A cada minuto que pasaba, más me daba cuenta del terrible error que acababa de cometer. ¿Cómo estarían mi madre y sus compañeros? Me entraban ganas de llorar cada vez que recordaba sus rostros y los imaginaba después, cubiertos de sangre y de heridas.
Repentinamente, caí con fuerza al suelo sentado. Me habían soltado las muñecas, era libre, al menos eso creía… Delante mía se encontraba aquel vampiro al que tanto temía. Me miraba como si fuera un plato suculento, como si en aquellos momentos fuera a jugar conmigo. Temblé, nada iba a acabar. Después de todo les daba igual matarme ahora que unas horas después.
Sonrió con maldad y me agarró por el cuello. Tenía una fuerza abrumadora, en cuestión de milisegundos me encontraba casi tocando el techo con mi cabeza y haciendo esfuerzos por respirar. Descendió un poco su brazo y me colocó a su altura -yo era un poco más bajo que él-, inspiró profundamente, captando cada partícula de sudor que había en mi camisa.
-En toda mi larga vida… Nunca… -inspiró de nuevo y aquella vez si que sentí real repulsión hacia aquel vampiro- He conocido a ningún humano con este olor…
Soltó mi cuello y me dejó caer como si fuera una muñeca de trapo. No me sentía con fuerzas para pelear, aún más sabiendo que los vampiros irían tras mi madre y su manada.
-¿Acaso no te preguntas que será de ti?
-No es ninguna novedad…
-Que gracioso eres… ¿Cosimo?
-Sí…
-Tú también puedes llamarme por mi nombre -de nuevo, inspiró fuerte-. Mi nombre es Thomas.
Di un respingo al escuchar el sonido de su voz, intentaba “seducirme”, había activado aquella habilidad suya, una habilidad que solamente tenían los vampiros. La seducción era bastante simple, hacer que tu presa se sintiera atraída por ti y es cuando tú puedes hacer lo que quieras con él. La víctima, según la información de mi madre, estaba en un estado de semiinconsciencia y era tal que no podía controlar sus acciones. Claramente, los licántropos no entraban en la lista de sus presas ya que estaban inmunizados contra esa habilidad.
A pesar de que mi madre había puesto todo su empeño en enseñarme algunas de las habilidades básicas de los licántropos, lo consiguió a la mitad. Después de todo no podía cambiar lo que era, un simple humano. Podía aguantar por unos instantes, pero después simplemente… me rendiría.
Cerré los ojos tan fuerte como pude, intentando apartar la mirada del vampiro. Él se había dado cuenta de mis intentos y me agarró la cara, tan fuerte que pensé que me iba a partir la mandíbula. Comencé a gritar de dolor, pero él hacía caso omiso.
-Oh, los humanos sois tan frágiles… -acercó su boca a mi oído izquierdo y me susurró-. Repite conmigo: Thomas.
Tragué saliva y reprimí el impulso de hacerlo.
-He dicho -aumentó la fuerza con la que me sujetaba y yo grité más fuerte- que repitas conmigo.
Abrí los ojos, asustado por su fiereza y susurré su nombre lo más bajo que pude, para que no me oyera. No podía evitarlo. Él reía y reía, estaba feliz o eso parecía. Disfrutaba haciéndome decir cosas que en mi estado normal nunca diría. Junto a eso, no paraba de toquetear todo lo que él quería de mi cuerpo, yo estaba indefenso y no podía pararle.
Repentinamente, sentí la presencia de otro ser en la habitación. No podía saber quién era, mi vista se estaba volviendo borrosa. Percibí los pasos que chocaban contra el suelo, reconocí aquellas botas y aquella voz, era Margaret.
-Hay que llevarlo a su nueva habitación. Órdenes de Neus. Tras dejarlo ahí tendrás que partir hacia la batalla, se necesitan refuerzos y tú querrás partir algunos cuellos, ¿me equivoco Thomas?
El vampiro se chupó el dedo índice lentamente y le sonrió.
-Como me conoces Maggie. Vamos a llevar al muñeco a su habitación pues, después de que acabe todo nos lo vamos a pasar en grande -acercó su nariz a mi cuello e inspiró-. Menudo festín, ¿lo has olido?
-Siento su olor desde aquí Thomas, no soy una pervertida como tú -después me dirigió una mirada y observó mi estado lamentable-. ¿Qué le has estado haciendo? Sabes muy bien que…
-Sí joder Maggie, sí. No lo he tocado, te lo juro -alzó ambos brazos en señal de excusa-. Conozco muy bien la sensación que siente cuando se desafía a Neus y no lo quiero volver a vivir. ¿Lo llevamos entre los dos entonces?
De un momento a otro sentí el cambio de sala a celda, me sentía pequeño, muy pequeño.
Sé que tras eso, los vampiros se dirigieron hacia la guarida de los licántropos. Tuvieron una cruenta batalla con ellos y yo desconocía el resultado de la batalla, pero rezaba para que fuera a favor a mi madre. Sé también que día tras día me torturaron físicamente. Me dejaban dormir sí, pero el dolor que tenía en la espalda a causa de los latigazos hacía que despertase en mitad de la noche oprimiendo mis propios gritos de dolor. Sabía que tenía un estado realmente lamentable.
¿Por qué no acababan conmigo de una vez? Me preguntaba. Era otro humano más que posiblemente les serviría de alimento y les daría fuerzas para combatir, no, en vez de eso me mantenían con vida.
Una noche como otra cualquiera en la que no podía dormir y me encontraba en un estado de semiiinconsciencia, alguien entró a mi celda. Por la presencia que sentí, supuse que era un vampiro y que no era Thomas. El ruido de sus tacones al chocar contra el suelo me puso más alerta aún. Entonces, aquel ser se inclinó sobre mi cuerpo tumbado y me susurró palabras extrañas al oído que no supe descifrar. Finalmente me dijo:
-Lo he visto. Mañana vendrán a por ti. Es una pena -y momentos después sentí sus carnosos pero gélidos labios sobre los míos.
Intenté abrir los ojos pero me fue imposible, estaba cansado, terriblemente cansado.
Al día siguiente nadie vino a torturarme e hizo que mi corazón se llenara de esperanza y que solamente pensara en las palabras de la mujer desconocida -al final había llegado a la conclusión de que era una mujer-. Repentinamente, escuché ruidos de dolor, súplicas y después nada. Eran varias personas por lo que podía escuchar, iban en grupo. Me acerqué como pude a los barrotes, intenté pedir ayuda y la voz no me salió. Desée que al menos puedieran captar mi presencia.
-¡Está por aquí! ¡Huelo mucha sangre! ¡Vamos!
El corazón se me llenó de alegría al reconocer la voz, era su voz, era la voz de mi madre.
Cuando la vi al final del pasillo grité tanto como pude, era imposible hacerme el fuerte ahora. Tenía el mismo aspecto de antes, con algunas magulladuras extra, pero seguía viva. Su cabello negro recogido en una coleta, sus ojos azul brillante y su ropa de casi militar.
-¡Cosimo! ¡Está aquí! -suspiré al ver que no venía sola.
El grupo de rescate lo conformaban mi madre, Neal y otro licántropo que había visto en la aldea. Miré anonadado a Neal, mi peor enemigo durante mi infancia, el que nunca me reconoció como parte de la manada ahora venía en mi ayuda, incluso me pareció ver alegría cuando me sacaron de la celda.
-Oh Dios mío Cosimo, menos mal que te hemos encontrado ahora. He estado días y días teniendo pesadillas sobre lo que te podrían haber hecho los vampiros -mi madre me abrazó con cuidado, ya que tenía toda la espalda ensangrentada.
-Menudo lío has montado. Fueron a la aldea, pero menos mal que habían algunos montando guardia y consiguieron repelerles un poco. De momento los estamos distrayendo y bueno… Ha sido una batalla muy feroz, Caitlin no podía dejar de pensar en ti -soltó Neal no muy convencido.
-Gracias… -respondí yo con total sinceridad.
-¿Pero qué te han hecho hijo? Estás…
-Debo de estar horrible, sí. Recuerda que no soy como vosotros.
-Pero casi -contestó Neal, a lo que yo me sorprendí aún más. Éste se sonrojó al ver mi expresión y prosiguió-. Bueno, has sobrevivido a una larga tortura de los vampiros más feroces de la zona, eso es ser un licántropo de corazón.
-¿Habéis acabado con todos?
-¿Los de esta base? La mayoría, otros pudieron escapar debido a que soltaron la alarma. Hubo una vampira que parecía que nos estaba esperando, pero igualmente la matamos… Creo que consiguieron escapar la jefa y otro vampiro.
-Dime que ha acabado todo…
-Ha acabado todo cariño… -me susurró ella al oído, y entonces, sintiendo nostalgia de su voz y de su calor, caí dormido y soñé por primera vez en mucho tiempo.
Ahora sé que fue Margaret la que vio venir a los licántropos, tal vez tuviera premoniciones, eso no lo sé. Lo que me sigo preguntando es por qué no avisó a sus compañeros, ¿por qué?
Estaba sentado en el prado, alejado bastante de la aldea. Disfrutando de la canción que cantaban las flores al chocar contra el viento. Había sido un día muy agradable, hasta que las flores descendieron mirando al suelo. Esas sombras aparecieron y me llevaron con ellos…
Ahora estoy viajando junto a mi madre por todo el mundo, conociendo todo tipo de criaturas y haciendo día tras día más fuerte. Quizá algún día me reencuentre con Neus y sus secuaces o tal vez no, que sea el destino quien lo decida.
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